lunes, 12 de abril de 2010

MICHAEL JACKSON EN EL HOTEL BOSTON: Vivencias con Mr. King

Mis recuerdos del paso de Mr. King por nuestra empresa los tengo de una forma extraña. Por una parte fue una prueba de alta calidad, ya que éramos muy jóvenes como empresa y el reto era muy importante. Y por otra , el nerviosismo que nos llegaba por la incógnita de coordinar todos los departamentos para que todo funcionara como debía.
 
A modo de recordatorio y rindiendo un sincero homenaje a nuestro “distinguido cliente” me tomo la libertad de enumerar algunos de los episodios que me tocó vivir y que, a título personal, han terminado en los coloquios de sobremesa de muchos de nosotros.
  • Una semana antes del evento, ya tenía en mi poder un cuadro de instrucciones, muchas de las cuales me afectaban directamente, como por ejemplo: El nombre de Michael Jackson en ningún momento se podía pronunciar en público, y si fuera necesario, se denominaría con el nombre clave de “Mr. King”
  • Siete días antes de que nuestro ilustre huésped nos visitara, estuvimos acondicionando el gimnasio de la segunda planta como camerino para el cuerpo de baile, llevando sillas, mesas y luces para que el elenco de artistas que coreografiaban a la Estrella, pudieran maquillarse cómodamente. 
  • El día de la llegada del Artista, tuve que entrar en la muy controlada habitación a las cinco en punto de la mañana, para hinchar con Balonal un centenar de globos la mitad de color rojo, y el resto negros. Siendo requisito indispensable estar recién duchado, y sin ningún tipo de olor tipo a desodorante, perfume, after shave que pudiera distraer los aromas solicitados desde los Estados Unidos. 
  • La jornada anterior, montamos en la sala contigua a la Suite Presidencial una tarima de madera a modo de pista de baile de nueve metros cuadrados (tres por tres). Además de una televisión gigante con dvd, aparato que por desconocimiento del producto en aquel tiempo, tuvimos que indagar y alquilar a una empresa de Barcelona puesto que en nuestra ciudad, nadie sabía de qué hablábamos, y mucho menos alquilarlo, para poder calentar y ensayar, de forma que saliendo del hotel hacia el concierto, no hubiera lugar a la improvisación.
 
Y por fin llegó el gran momento tan esperado por todos.
Desde las primeras horas de la mañana, tanto los cuerpos de seguridad del estado, como clientes-seguidores, público y curiosos en general, tomaron posiciones más o menos privilegiadas para estar lo más cerca posible de su ídolo.
 
Por parte del hotel Boston, también se hicieron los deberes, y estábamos preparados para lo inminente, incluso para poder abordar situaciones descontroladas como éxito, como así fue.
 Recuerdo con gran exactitud que el hall del hotel estaba tomado por un mar de personas difícilmente controlables de no ser porque el operativo interno funcionó cual maquinaria de un reloj suizo, así pudimos hacer que tras traspasar el umbral de nuestra casa tan afamado personaje, se rompieron las puertas semicirculares de cristal y logramos que nadie saliese herido.
 
 
 A mí, entre otras funciones, se me encomendó la tarea de dar la cobertura necesaria a la seguridad privada, para que ninguna persona ajena, tanto personal del hotel, como público en general accediera a la planta número dos, la cual se había destinado para “el merecido descanso del rey del pop”. Estando en mi destino, acompañado por dos efectivos de la unidad de intervención de la policía nacional, vivimos un susto, puesto que cuando se abrieron las puertas del ascensor, se me abalanzó sobre mí una persona de color y de medidas muy generosas, vamos lo que coloquialmente se dice un dos por dos, y creyéndose que era un fan más, me inmovilizó instantáneamente y gracias a la agilidad mental de uno de los agentes, que al grito de “security, security” me liberó al instante de sus brazos y de mi miedo, y procediendo a disculparse quedó todo como la anécdota que hoy relato. Seguidamente y sin cerrarse la puerta del ascensor, salió él, la estrella, el rey, el aclamado, el mundialmente reconocido cantante, y yo estaba allí, compartiendo con un elegido ramillete de personalidades que acompañaban al astro a la Suite presidencial, nuestra más lujosa cómoda y bien acondicionada hab.223. 
Después de lo sucedido con el escolta personal de Mr. King y ya reconocido por todos como miembro de confianza del hotel, fui elegido (léase recompensado) como la única persona que podía entrar a la habitación para depositar sus catorce maletas de uso personal y que nadie más tuvo acceso. Luego y de una forma distendida tuve la oportunidad de hablar con la persona encargada de transportar todo el equipaje de su séquito, que sumaban tres camiones y me comentó por cierto en un perfecto castellano, que dado lo que les había tocado vivir en otros países, lugares, hoteles, la experiencia les decía que sólo se fiaban de ellos mismos, por eso lo de llevar todo tan controlado hasta el extremo de llevar un arco de detección de metales, el cual por cierto no se montó, para que un mínimo gesto estuviera descubierto desde el segundo cero.
 
Entre otras tareas, fui el seleccionado para hacer de reportero gráfico de la recepción de una estatuilla que D. José Antonio Barrios, afamado maestro de la escultura en madera, le hacia entrega el día de sus salida. Yo por mi parte me puse en marcha al punto de la mañana, llevando la cámara a una tienda especializada y cercana al hotel para que le pusieran carrete, (no conocíamos las digitales) el flash fuese revisado y las pilas sustituidas ya que era una oportunidad única, y no teníamos margen de error. Y así cuando fuimos invitados a pasar a la suite de Mr. King, yo me puse manos a la obra, y no dejé de disparar mi cámara desde todos los ángulos posibles con el convencimiento de que entre todas las fotos hechas, alguna sería de enmarcar seguro. Una vez que nuestro huésped nos dejó para volver a su América querida, me dispuse raudo a llevar el carrete a revelar de una forma urgente para poder hacer la selección de fotos esa misma mañana, y allí mismo nos enteramos de la última sorpresa que nos deparaba ese día, y no fue otra que por la mañana a la hora de colocar el carrete la dependiente en cuestión, no lo hizo de la forma adecuada, resultando que el carrete en cuestión se quedó enganchado y no corrió, se hicieron todas las fotos sobre el mismo negativo, y no pudiendo ver nada de nada y sin la posibilidad de poderlas repetir, con el consiguiente disgusto para los “actores” implicados.
 
 Con estas líneas de recordatorio sobre las vivencias que tuvimos el privilegio de tener sobre la visita del Sr. Jackson a nuestra casa, me gustaría que sirvieran para ofrecerle mis muestras de dolor ante la pérdida de una persona tan única e irrepetible como usted, y que como se puede comprobar, después de trece años de su paso por nuestra tierra, le puedo asegurar que usted dejó una huella que a día de hoy está tan fresca, que me atrevo a decir sin miedo a equivocarme, que nos acompañará el resto de nuestra vida, tanto como hotel, como a título personal.
Desde el hotel Boston le decimos hasta siempre Mr. King.
Desde el corazón le digo gracias Michael Jackson por haber aportado un sin fin de vivencias que de otra manera no las hubiera tenido.
Fdo. Antonio Anadón

fuente: hotelboston.es
Mi agradecimiento siempre al hotel Boston por su buen trato. michael777jackson



2 comentarios:

  1. Como te he dicho en FB,te has superado a ti mismo con esta entrada.Todo lo que tenga que ver con ese dia es especial para los que lo vivimos.

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  2. Hoy mismo he visto el concierto que hizo en el Madison con sus hermanos y me acorde de ti y de esos momentos, porque sales en las imágenes del concierto en la puerta del hotel, que insuperable.

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